Las madres son parte esencial de nuestras vidas, desde que nacemos hasta que ellas pasan a estar en otro plano terrenal y aún así, incluso desde la lejanía, sentimos su presencia en cada palabra y en cada acto que llevamos a cabo. Las madres son fundamentales para nosotros y para nuestra toma de decisiones además de ser la cómplice y la amiga a la que acudimos cuando se nos presenta algún problema.
Sin importar que tipo de madre hemos tenido, el hecho de que se preocupen tanto por nosotras es un indicativo de que nos llevara a buen puerto para que de allí, tengamos nuestras propias herramientas y partamos hacia nuestro destino.
Así como las personas en general, cada madre tiene su personalidad y su forma de enseñar o de criar dependiendo de lo que hicieron con ella y de lo que, adaptado a su forma de ser, ella practica y lleva a cabo sobre nosotros.
Existen madres que son complacientes y que incluso llegan a ser nuestras cómplices en todo momento, en donde más allá de ver una figura autoritaria, vemos a una amiga que está dispuesta a querernos y apoyarnos siempre.
Pero también tenemos otro tipo de madres, aquellas que si nos quieren pero que eso no implica dejarnos las riendas sueltas para cualquier camino. Aquellas madres que resultan preocuparse en exceso por nuestra integridad de tal manera que nos limitan en el camino. Básicamente: madres estresadas.
Cuando somos jóvenes creemos que es mejor tener a una madre complaciente, amigable, con la que haya un nivel de confidencialidad, pero lo estudios demuestran otra cosa: las hijas de madres estresadas tienden a asegurar un mejor futuro.
Un estudio realizado por la Universidad de Essex en Inglaterra, desarrolló y confirmó la hipótesis de que las hijas de madres que tienden a ser bastante estresadas, tienen un mejor futuro y por ende, son exitosas.
El estudio se llevó a cabo desde el 2004 hasta el 2010, donde se hizo un seguimiento exhaustivo de 15.500 hijas de madres estresadas de entre 13 y 14 años; obteniendo finalmente que aquellas que eran hijas de las madres exigentes, disciplinadas y con reglas perfectamente delimitadas, terminaban yendo a mejores universidades y con mayores sueldos.
Tener a una madre que es exigente y que nos exige a cada segunda de nuestras vidas, determina en nosotros un patrón de máximo esfuerzo y perfeccionismo, por lo que no nos acostumbramos a cualquier cosa y terminamos desempeñándonos como las mejores en todo lo que nos propongamos. Básicamente nuestras madres nos enseñan como la disciplina, el esfuerzo y la exigencia nos hace exitosas.
Este estudio incluso comprobó que las hijas de madres exigentes tienen menor tendencia a salir embarazadas en la adolescencia, por lo que podemos ver que lo mejor que nos pudo pasar, es una madre que exija por todo y no se conforme con nada.
"Lo importante debe ser expuesto al público en general con cada detalle" Fentigo